viernes, 19 de agosto de 2016

un big bang


En el marco de las reinvenciones del patrimonio literario me propongo pensar en ese género nuevo que es el de la literatura para jóvenes en la escuela cuyo big bang sitúo en 1983 con El visitante de Alma Maritano, el primer premio LyC de editorial Colihue.

prehistoria



La prehistoria de este big bang empieza hacia 1970 con  la colección GOLU de la editorial Kapelusz dirigida por la profesora María Hortensia Lacau que incorpora el criterio de la antología, un criterio que plantea otro modo de seleccionar los textos y, a la vez, permite el ingreso de géneros considerados menores a los ojos de la escuela y ciertos sectores de la cultura. 

Estas selecciones se inscriben en un momento de innovación en la práctica de la enseñanza de la literatura en la escuela secundaria que muestra una actualización didáctica sustentada en conceptos de la teoría literaria por un lado,  y una inclusión de textos de las vanguardias históricas y de la cultura popular no leídos antes en el ámbito escolar y la incorporación de textos de circulación contemporánea, por otro (Bombini, 2004). 

Estas innovaciones entran en diálogo con el catálogo anterior que -desde los años 50- proveía al alumno de “aquellos títulos que formaban parte inalterable del núcleo de lecturas obligatorias de los programas de las asignaturas relacionadas con el estudio de la lengua y la literatura española, hispanoamericana y argentina” (Bombini, 2004).

Entre estas antologías hay una que llama la atención y es la preparada por Ángel Mazzei (1978). Se llama Cuentos de adolescentes, compila cuentos de la literatura general con protagonistas adolescentes y su intención –novedosa-  es presentar al “ser que atraviesa la edad de los conflictos y que busca su plan de vida” según se declara en el estudio preliminar. 


Aparece allí una mirada nueva sobre ese problema que es enseñar literatura en la escuela; leer como identificación aparece como otra posibilidad en las horas de literatura, más allá o más acá de reconocer un patrimonio y una historia literarios.

leer y crear



En 1978 la editorial Colihue presenta su primera colección: la colección literaria Leer y Crear (LyC) de “literatura orientada a la educación”, dirigida desde entonces y hasta 2006 por la profesora Herminia Petruzzi.

LyC repite el producto editorial para la cultura escolar que había inventado GOLU (Bombini, 2004): todos los títulos se presentan rodeados de paratextos;  introducciones y notas que pretenden orientar y guiar la lectura situando al texto en la historia literaria, en el género, en una tradición. Como en GOLU, la selección de textos de la colección responde a las que eran lecturas obligatorias de los programas de la escuela media  Tempranamente en la colección y coincidiendo en el tiempo con las nuevas inclusiones de GOLU- desde el volumen 10, LyC (Cuentos para el primer nivel)  introduce en su catálogo lecturas alternativas a esos programas.

Publica tanto obras contemporáneas  -en los géneros cuentos, teatro , poesía- como la novedad de textos en traducción . Publica como teatro breve dos antologías que incluyen algunas de las obras estrenadas en Teatro abierto un año después de que se estrenaran. Su anotador es uno de los dramaturgos de teatro abierto, Patricio Esteve. 
Otra novedad es la incorporación  a las lecturas posibles en la escuela cuentos de las literaturas regionales.

Las introducciones se ocupan de proponer líneas de abordaje del texto que Bombini llama notas de profesor (Bombini, 2004). Pero además al modo de los libros que, como señala Roger Chartier (1993), articulan escritos y gestos porque tienen como función producir conductas consideradas legítimas y útiles: los paratextos proponen modos posibles de repensar las clases de lengua y literatura con la inclusión de un alumno que produce textos y lecturas, que comenta, debate, relaciona con su contexto y otros textos o en términos del “Qué nos proponemos” firmado por Herminia Petruzzi y que  abre algunos volúmenes: “hacer de la cátedra de literatura una experiencia vital, activa y gratificante para alumnos y profesores”, “lograr esa “clase” de literatura que se pareciera en parte a una charla entre gente que se interesa por un tema y lo discute y lo analiza con fervor.”

Para lograrlo y remarcado en el “crear” del título de la colección, LyC introduce una novedad respecto de su colección modelo: al estudio preliminar y al texto, le siguen actividades posteriores a la lectura para llevar a cabo en el aula con la presencia del docente. Quienes concretizan en cada volumen esta propuesta son profesores que se desempeñan en la escuela secundaria y otros son reconocidos actores del campo intelectual (Eduardo Romano, Delfina Muschietti, Nora Mazziotti, Patricio Esteve, Lidia Blanco, Jorge Panesi). 

Como parte del proyecto de renovación de las lecturas en el escuela secundaria e inserta en el proceso de psicologización del discurso pedagógico y las propuestas didácticas que ponen en el centro la subjetividad adolescente de las décadas de los 60 y 70 (Piacenza, 2002) en 1983, la editorial Colihue lanza el Concurso anual de novela juvenil [1]. En sus bases  -que aparecen raramente en los estudios preliminares de algunas de las novelas premiadas- podemos leer algunas de las condiciones que –para la editorial- hacen de una novela, una novela juvenil y que irán modelando ese producto editorial-escolar (Piacenza, 2002): “deberán responder a inquietudes de lectores comprendidos entre los 12 y los 15 años” y “deberán tener entre 35.000 y 70.000 palabras”, lo que resultará en las nouvelles que aparecen en esta colección y terminan imponiéndose en los 90 de la mano de editoriales escolares de capitales multinacionales (contra otra tradición de literatura juvenil que, desde Harry Potter apuesta a las miles de páginas de trilogías y sagas). 

Las novelas ganadoras se integrarán a la colección LyC respetando sus características de notas de profesor:
la novela juvenil es, entonces, un texto que puede ser objeto de estudio en la escuela a la par de los textos canonizados del programa.


[1] Las bases se reproducen en el estudio introductorio de una de las novelas ganadoras, Los viajeros misteriosos de Jorge Dágata (segundo premio).

1983. primer premio



La presentación de la novela que ganó el primer premio, El visitante de Alma Maritano,  en un gesto de legitimación, se crea la obligación de justificar por qué el texto es una novela juvenil. Juvenil no recorta “un criterio de edad limitada para su lectura” sino que se designa así “porque está pensada para los jóvenes” y esto responde a que “sus protagonistas son adolescentes con sus problemas de todos los días […] y sobre todo porque quien la escribió […] conociéndolos bien sabe que exigen una obra donde se los respete y en la que se contemplen sus gustos y necesidades”.


En la introducción del segundo premio su autor, Jorge Dágata, , declara haber escrito especialmente para el concurso una novela de aventuras según sus propias preferencias adolescentes interesado porque “el libro va a la escuela” (1) 
Carel de Héctor José Nervi, una reedición de un libro publicado en 1972 y recomendado  por el jurado del primer concurso completa esta primera publicación de literatura juvenil.  Su autor, docente de lengua y literatura, es presentado como un autor regional (en la línea que ya había explorado LyC en las antologías publicadas) que, inscripto en el realismo, recupera sus recuerdos de infancia y adolescencia. 

Estos tres primeros textos de literatura juvenil que ocupan los lugares 67 a 69 del catálogo demarcan algunas características que se mantendrán a lo largo de los concursos cuyos premios irán completando la colección de novelas juveniles dentro de LyC: obras inscriptas en un verosímil realista que tienen como personajes a adolescentes similares a los lectores imaginados y que desarrollan el conflicto narrativo según el molde propuesto por la novela de iniciación o aventura sin explorar temas que pudieran resultar problemáticos en la comunidad educativa que imaginan.  
Esta similitud personaje/lector aparece reforzada en el primer premio que sitúa la trama en contextos escolares e imagina a su lector modelo no solo como un joven, sino como un joven que va a la escuela. En este primer título de literatura juvenil es tan notable la relación de identificación entre los personajes y los jóvenes alumnos lectores que en la sección de actividades se propone que se replique lo que ocurría en la novela: los lectores podrían hacer en el aula durante las clases de lengua y literatura una revista escolar similar a la que habían hecho los personajes y que fue descripta en un largo capítulo como núcleo narrativo a partir sobre todo de conversaciones que remedan el lenguaje adolescente. 
La ilusión de realidad se sostiene por su parte por la posibilidad de rehacer, en la ciudad de Rosario, los derroteros de los personajes y por la inclusión, en los paratextos escolares, de las biografías de los escritores y artistas mencionados en las clases ficcionales algunos de los cuales, además, ilustran el volumen. (2)